A menudo nos encontramos con situaciones complicadas que nos provocan malestar y emociones negativas. Muchas veces sabemos cómo salir de ellas encontrando la solución adecuada. Otras veces nos sentimos tristes o sin ganas de hacer nada y no tenemos claro cómo hemos llegado a este estado. Sin embargo, con el paso de los días conseguimos volver a la «normalidad» y proseguir con las nuestra rutina como si nada hubiera pasado. La tristeza persiste Pero ¿qué…
tristeza
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Sentirse triste es una emoción normal. Todos en algún momento de nuestro ciclo vital nos hemos visto inmersos en un estado en que estamos tristes. No estoy hablando de una gran tristeza que nos podría impedir nuestro funcionamiento diario, no. Sólo de una sensación de melancolía por habernos enterado de una mala noticia o simplemente llevamos unos días donde uno siente que anímicamente no se encuentra al 100% y no sabemos muy bien cuál es…
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Desde pequeños, a menudo, se nos enseña y promueve la capacidad cognitiva, la del pensamiento por encima de cualquier otro y prácticamente como si fuera la única existente. Se nos recuerda la importancia de pensar antes de actuar, la capacidad de razonar ante un problema y, como dijo Descartes unos siglos atrás: «cogito ergo sum» (pienso, entonces existo). LAS EMOCIONES, LAS GRANDES IGNORADAS Y, ¿dónde quedan las emociones en todo este reino del pensamiento?…