La mayor parte de la población no está de acuerdo con el sistema económico actual pero siempre hay quien defiende que es el mejor de los sistemas y que la alternativa sería el comunismo o el caos. Pues bien, en este artículo os escribo sobre Christian Febler, un economista y empresario (este dato es importante) que nos presenta una propuesta denominada “economía del bien común”, contrapuesta al capitalismo salvaje y que ya siguen más de 600 empresas de todo el mundo.
LA GRAN CONTRADICCIÓN
Febler destaca que hay una gran contradicción entre los valores al los que aspiramos en nuestras relaciones humanas (honestidad, aprecio, confianza, responsabilidad, solidaridad, compartir…) y los valores que rigen el sistema económico actual (egoísmo, avidez, envidia, desconsideración, irresponsabilidad, desconfianza…). Defiende que este abismo entre nuestra vida personal y el funcionamiento de la economía responde a decisiones políticas que fomentan la competencia y el lucro en vez de reforzar el bien común y la cooperación. Y esa es la raíz del problema.
EL BIEN COMÚN EN LAS CONSTITUCIONES OCCIDENTALES
El economista explica que todas las constituciones democráticas occidentales tienen como valor el “bien común”. Cita a la constitución bávara que dice que “toda actividad económica sirve al bien común” o, más atrás en el tiempo, a Aristótiles quien afirmó que “la meta de la convivencia es el bien común y la justicia”. De esta forma, la propuesta de Christian Febler implica defender que el sistema económico funcione según las constituciones de todas las democracias occidentales. No suena nada revolucionario, ¿verdad?.
EL CRECIMIENTO Y EL BENEFICIO NO SON INDICADORES DE BIEN COMÚN
Febler desmonta a dos grandes mitos del capitalismo salvaje: el PIB y el beneficio financiero. Defiende que tener en cuenta el PIB (Producto Interior Bruto) de un país no nos dice nada sobre si en ese país hay paz o guerra, si se respeta al medio ambiente, si sus bienes se reparten equitativamente…) En una escala más pequeña, que una empresa tenga beneficios no nos indica si respecta al medio ambiente o contamina, si genera o destruye empleo, si sus trabajadores tienen buenas condiciones laborales o no, si paga igual a hombres que a mujeres, si produce armas o alimentos ecológicos…
EL OBJETIVO ES EL BIEN COMÚN Y NO EL BENEFICIO
Febler defiende que estas formas de medir la prosperidad de un país o de una empresa son erróneas ya que contemplan al dinero y al beneficio como objetivo principal cuando, según afirma, deberían de ser un simple medio para conseguir el bien común. De esta mala concepción se extrae que en muchos casos las empresas consigan beneficios a costa del sufrimiento o abuso de los trabajadores, del medio ambiente y de la sociedad en general. Se da preferencia al beneficio por delante del bien común.
LA ALTERNATIVA
La economía del bien común propone valorar a las empresas según el cumplimiento de 5 valores básicos: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social y participación ciudadana y transparencia. Se les aplicará una puntuación entre el 0 y el 1.000 en función del seguimiento de estos valores en su relación con los proveedores, financiadores, empleados, clientes…
Febler defiende que esa calificación sea pública de forma que sepamos qué productos o servicios cumplen con las prácticas del bien común. Pero va más allá: defiende que las empresas con mejores prácticas reciban incentivos varios (impuestos más reducidos, prioridad en la adjudicación de la obra pública y en la prestación de servicios…) de forma que sus productos sean más baratos y tengan más salida que los que tienen malas prácticas para los trabajadores, los clientes y el medio ambiente.
EL DESTINO DEL BENEFICIO
Otra idea innovadora consiste en el destino del beneficio de una empresa. Propugna que superados unos límites, el beneficio se destine a inversiones con carga social y ambiental, a repagar créditos, a distribuir entre los trabajadores y a facilitar créditos sin interés. Eso se opone frontalmente al sistema económico actual en el que el beneficio muchas veces se destina a inversiones financieras especulativas, a engullir a otras empresas, a distribuir el dinero a personas que no trabajan en la empresa (por ejemplo, accionistas) o a donaciones a partidos. Estas prácticas, según Febler, deberían de ser prácticas prohibidas en una economía del bien común.
COOPERAR Y NO COMPETIR
Una de las bases de la teoría de este economista es que el hombre por naturaleza tiende a ser social y a cooperar en vez de competir. Es conveniente pues cambiar las reglas del juego y trabajar para crear un sistema que trabaje para el bien común. Lo dicen las constituciones y es de sentido común.
EXPANDIR LA IDEA
Christian Febler y un equipo de 15 empresarios realiza conferencias y talleres prácticos para trabajar todos estos conceptos. En un año y medio, 600 empresas de 14 países del mundo ya se han unido al proyecto. Un comienzo esperanzador que no augura nada más que éxitos. Me llena de esperanza ver como hay tantos empresarios honestos y con vocación de ayudar a la sociedad. Estamos en el buen camino para la consecución de un sistema económico, social y ambiental justo y basado en el bien común.
PARA MÁS INFORMACIÓN:
– http://www.economia-del-bien-comun.org. Si crees que la parte escrita es un poco densa, consulta alguno de los videos, que son más amenos y didácticos. Destaco a los siguientes:
– Vídeo de 52 minutos muy pedagógico (la parte introductoria está en catalán pero la presentación se desarrolla en castellano).
– Vídeo de 15 minutos
– El 1 de julio de 2012 se publicará “La economía del bien común” por parte del editorial Deusto, un libro donde Christian Febler desarrollará estas ideas. Mientras, existen versiones en alemán y en francés.
Albert Torrent
Equipo MeSiento